Compartir

jueves, 12 de febrero de 2015

Jesus doesn't want me for a sunbeam



" I haven't felt the excitement of listening to as well as creating music
 along with reading and writing for too many years now.
 I feel guity beyond words about these things"



Era una tarde calurosa, había llovido, el ambiente era húmedo y bochornoso. Me invadía el sueño y el fastidio. Fernando acudió a solicitar ayuda por dependencia a etanol, cocaína crack, benzodiacepinas y tabaquismo. Hablaba lentamente, pausado, casi mórbido. Tenía la sensación de que si salía del consultorio él no lo notaría. Durante la entrevista relataba sus patrones de consumo y se notaba muy avergonzado, triste, decepcionado de sí, casi sin notarlo comenzó a hablar, sin justificarse de las extenuantes jornadas laborales, de la crisis vocacional, de la pérdida absoluta de sentido, del vacío existencial por el que estaba cursando. Su salario que describe como adecuado para sostener su estilo de vida,  mantiene su nivel de vida a expensas del sacrificio de su calidad de vida. 

Relata los abusos verbales de su pareja, el acoso y la degradación derivados de los constantes celos y las ausencias por el consumo de drogas. Describe tediosamente el tráfico de ida a su trabajo y el tráfico de regreso, de lo mucho que le molesta la corbata y que los fines de semana se dedica a su “familia”, estar en casa, de repente salir a comer, de vez en cuando visitar a sus suegros donde abunda el alcohol y la comida, agrega que esos días trata de descansar para iniciar de nuevo el lunes. Proyecta vacío, solo vacío.

Mientras escuchaba a Fernando pensaba en Sísifo, como lo relata Camus “los dioses habían condenado a Sísifo a hacer rodar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Habían pensado con alguna razón que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza” lo aterrador de este castigo es que él condenado no tenía conciencia de lo inútil de esta tarea y en cada nuevo intento internamente él creía que su esfuerzo prosperaría.

Cuando le pregunté a Fernando sobre algún pasatiempo, amigos, alguna actividad que disfrutara miró al piso francamente abatido sin poder responder y repetía la pregunta para sí "¿Qué me gusta?"; expresó sentimientos de inadecuación y franca desesperanza, no podía definir sus emociones. Argumentaba que salía muy tarde del trabajo y que todo estaba cerrado, sus hijos y esposa dormidos y que en esos momentos es cuando empieza a beber y consumir crack, después debía levantarse temprano y ellos seguían dormidos "a veces creo que no los conozco"

Me sorprendí pensando - Sé que estas pasando por un difícil momento, se que no se ve salida a esto, despiertas cada mañana y vas al trabajo a hacer algo que detestas, regresas y sigues sintiéndote ajeno a todo, no hay emoción por casi nada de lo que haces, no hay incluso curiosidad por algo nuevo, lo que si hay en abundancia es el miedo a reconocer que no es normal que no tengas esa chispa que antes te hacia moverte aun cuando estabas cansado. Probablemente ninguna palabra mía te ayude hoy puesto que solo soy un tipo como tú. Los años me han ido quitando la alegría interior, el gusto de encontrarme con la gente, el entusiasmo ante las cosas nuevas. Necesito que vuelva a brotar espontáneamente mi sonrisa, esa sonrisa sincera, no fingida que exprese el gusto por vivir y de convivir, esa sonrisa que manifiesta la esperanza interior, verdadera, real, esa sonrisa de los que creen en la vida y en el amor, la sonrisa de los que se dejan guiar por la fuerza interior. Necesito aplacar mi negatividad, sanar mi  tristeza, relativizar todo lo que me inquieta. Necesito convencerme que la vida vale la pena, que es posible comenzar algo bello para que en este preciso momento pueda sonreír...  - 

El Estado Afectivo en Fernando se singulariza en lo anímico, como relata Freud “por una desazón profundamente dolida” sin embargo no existe una cancelación del interés por el mundo exterior, para él el mundo externo engloba todo el sentido de su existencia pero en lo interno carece de sentido.

Se observa así mismo enajenado por una serie de rutinas que le proveen "satisfactores" pero poca satisfacción, lo aíslan y abisman en una sensación de soledad inacabable de tal forma que las sustancias se convierten en su única forma de acceso al goce, al final del día un goce sádico que es el conducto para experimentar libertad, una libertad sin límite.

Como expresó Benedetti:


Tengo una soledad
tan concurrida
que puedo organizarla
como una procesión
por colores
tamaños
y promesas
por época 
por tacto
y por sabor.