Prometo solemnemente
tratarte bien,
ser bueno contigo.
Prometo abrazarte varias veces al día,
vivir para consentirte.
Prometo
prepararte el desayuno todas las mañanas,
tocarte con ternura que no sabes que existe.
Pero, por favor,
quítame esta maldita camisa de fuerza
y sácame para siempre de este cuarto de muros acojinados.
José Manuel Montalvo