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martes, 7 de abril de 2015

La divinidad de los fracturados


“Como en el sueño recurrente
mala semilla, bella durmiente
elijo ser completamente consciente
superviviente y guerrera con hambre
la madre que os parió
 yo no tengo miedo por eso duelo por eso vuelo”

Dedicado a la princesa Kate Middleton que me prometió la muerte
y a la Adelita que espero me dispare por la espalda.


Hades, etimológicamente denominado el amorfo, el invisible; es considerado la divinidad de las mansiones infernales. Al igual que su hermano Zeus, sostiene el estatus de un Ser Divino omnipotente, omnisciente y omnipresente. La Divinidad lo faculta para dominar, sostener y hacerse cargo del mundo subterráneo, de la miseria y la naturaleza perversa de lo humano. Hades, hijo de Zeus era el soberano de los muertos; se gozaba en los funerales como en las bodas de Cannán. El Soberano Hades, regente de las sombras, dominado por la lógica de la espada nutría con ríos de sangre los campos de la eterna primavera y los lamentos de los condenados hacían girar el viento hacia los campos Elíseos.

La ambivalencia es la crueldad suprema. La Divinidad Infernal le permite al sujeto desarticulado amar sin egoísmo de forma primigenia, profunda y en consecuencia de ello cavar una zanga que lo somete a castigos infernales que se sufren sosteniendo la esperanza del amor del oreo.

Los muertos son privados de la conciencia de su existencia. No son conscientes de su inexistencia, ignoran todo y lo saben todo. Vagaban confundidos, ambivalentes, aburridos, observando invisibles a sus amados, sin ser percibidos por ellos. Sin recuerdo, sin memoria, sin trascendencia. Diariamente y sin conciencia, los inexistentes son condicionados a marchar al campo subterráneo de concentración donde domina la oscuridad, el odio, la violencia, la venganza, la culpa y la vergüenza.

Un muerto no muere de nuevo. Bajo el yugo de Hades nadie vive y nadie tiene la certeza de estar muerto. El Todopoderoso goza infringir la deshumanización a los cautivos, los deconstruye, despersonaliza y los dispersa en la rivera del en el que navega Caronnte. Los disuelve en la levedad del olvido y a partir de ese momento no hay nada que perder, nada que ganar, nada con valor y nada que interese.

Los herederos de Hades muestran una combinación de personalidad psicópatatica (o sociopática), organizan su vida de forma obsesiva para aferrarse al juicio de realidad. Valoran la pulcritud, la puntualidad y sus respuestas son calculadas. Su vivencia interna es paranoide y generan alianzas, corrompen a la autoridad o pagan para aniquilar cualquier amenaza real o imaginaria.

Paradójicamente son excesivamente generosos, pues no le otorgan valor a su vida, menos a lo que genera el dinero. Psíquicamente son lábiles, aman con facilidad y exigen demasiado. Por otra parte, cuando se sienten defraudados, engañados, devaluados o rechazados son meticulosamente vengativos y acertadamente sádicos. Estas emociones los hacen acceder y reeditar los daños infantiles los cuales les son insoportables. En consecuencia se colapsa su vida emocional y se tornan beligerantes, calculadores, malévolos, irracionales, insensibles, querulantes, destructivos y brutalmente violentos física y verbalmente. Organizan a otras personas en base a un supuesto básico y emprenden acciones destinadas a degradar a la autoridad y destruir la vida social y convencional. No valoran su propia vida, son incapaces de conferirle valor al dinero y las posesiones materiales. Pueden esperar años para ejecutar actos violentos a sangre fría lo que les genera un goce que temporalmente llena la sensación crónica de vacío.

Valoran de sobremanera ser contenidos emocionalmente, validados, dignificados y la intimidad los aproxima a concebirse como sujetos íntegros, sin vacíos. Sin embargo, permanentemente desconfían de las buenas intenciones de la escucha aunque esta sea recíproca. Suelen anticipar la traición, el abandono o el engaño, aun así se aproximan pues tienen plena conciencia de la capacidad aniquiladora de los recursos sádicos que ejercen o ejercer la lógica del sicario.

Son seductores como una forma de cubrir la fealdad y la insuficiencia interna. Demandan un profundo soporte afectivo y la organización de su mundo interno, pues el vacío que experimenta los lleva a procurarse la muerte o el enajenamiento de su voluntad. Los herederos de Hades abusan de alcohol, drogas, su sexualidad constantemente está a disposición de la muerte, buscan aparentar una muerte accidental y retan a la autoridad ya sea humana o institucional con el objeto de reeditar el dolor que los alimenta de odio. Fácilmente se introducen a las organizaciones dominantes o delictivas y revindican el daño causado infligiéndolo. Arrebatan lo que desean o lo destruyen. Cuando minimizan o devalúan sus afectos, experimentan rechazo, abandono o se sienten vulnerados; despliegan violencia rápidamente y buscan recibir e infligir el mayor daño posible.

Los Herederos de Hades tratan de sanar sus heridas aliviando el dolor de aquellos que consideran amados. Sin embargo cuando pretenden la sinceridad generan terror y son despreciados. El pronóstico es malo a corto plazo pues son incapaces de olvidar y buscan ser aniquilados o se suicidan pues el Eros del fue amputado.



La ilustración:
Ismail Kadaré
Zhuljan Pacuku



Preludio al libro de Job


El libro de Job es clasificado como libro poético, didáctico y sapiencial.

Poético por el uso de metáforas, imágenes, signos y símbolos que construyen la proyección del sentimiento estético, a través de la métrica, el ritmo y la estructura. Los libros Poéticos no pretenden establecer un curso cronológico sino analógico de la realidad.

El libro de Job se considera Didáctico porque está diseñado para instruir, enseñar o adoctrinar. Procura facilitar la adquisición y jerarquización de la información y favorecer los procesos de comprensión, imaginación, problematización y aprendizaje. No siempre persigue la conclusión unívoca sino el planteamiento multidimensional e hipercomplejo de un fenómeno o resolver una hipótesis con el planteamiento de un nuevo problema.

Se considera Sapiencial pues compila el conocimiento cultural, social, político, religioso y espiritual, obtenido a través de un tiempo determinado (años, décadas o siglos) por el autor o por un grupo. Persigue preservar y transmitir la “sabiduría” (conocimiento + experiencia) de una generación a la otra.

El Libro de Job polariza lo efímero de la experiencia humana. Trata sobre estados fugaces como lo es la abundancia y la pobreza; la salud y la enfermedad; la vida y la muerte; el dolor y el placer; el estigma y la dignidad; la paciencia y la desesperación; el cobijo y el abandono.

Plantea una trama compleja a través de siete personajes (Jehová, Satanás, Job su esposa, Eliú y sus tres amigos: Elifaz, Zofar y Bildad) en los cuales los roles se yuxtaponen y recaen sobre el personaje central Job: “hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Se presenta a Job como un rico oriental, y no se trataba de cualquier rico oriental, sino del más rico de los orientales de Uz. Al que por iniciativa de Satanás y con el consentimiento de Dios, es probado duramente con la pérdida de sus riquezas, la destrucción de su familia y la amenaza de su propia vida. Sobre el que cae lepra considerada un estigma de impureza, una maldición proverbial que lo segrega, lo atormenta y lo aísla.

A través del debilitamiento que imprime el sufrimiento sobre Job se plantean tres discursos, tres disputas: El cuestionamiento de la voluntad de Dios sobre la naturaleza humana. La impronta de la vergüenza y la culpa ante el estigma de la enfermedad de Job y la reivindicación del justo y el inocente.

Teológicamente junto con Eclesiastés me impresionan como dos de los libros más complejos de las Sagradas Escrituras, confrontan y conflictuan. 


Dr. Félix Aranday Cortés.


La ilustración:
de William Blake