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lunes, 3 de agosto de 2020

Esclarecimiento de los efectos neuroconductuales del cannabis de alta y baja potencia

Investigadores han publicado uno de los primeros estudios en caracterizar la asociación entre el consumo de cannabis legal y desenlaces farmacológicos y neuroconductuales subsiguientes, con resultados algo sorprendentes.[1]

El estudio demostró que si bien el consumo de cannabis no afectaba a la mayor parte de los parámetros neuroconductuales a corto plazo, retrasaba la recuperación de la memoria y alteraba el equilibrio.

La investigación también demostró que quienes utilizaban concentrados de cannabis mucho más potentes en efecto mostraban niveles similares o menores de intoxicación subjetiva por la droga y alteración a corto plazo frente a sus contrapartes que utilizaban formas de la flor de cannabis de menor potencia.

"Al parecer no importa tanto la potencia que se utilice. Las personas pueden estar adaptándose a determinado nivel de intoxicación o a cierto nivel de sentirse drogadas. Para algunas esto requiere de mucha droga y para otras no tanta", comentó a Medscape Noticias Médicas el investigador principal, Kent E. Hutchinson, Ph. D.

"Como un primer estudio, este fue muy útil en el sentido de que nadie realmente sabía los efectos de los productos de cannabis de alta potencia", añadió Hutchison, profesor de psicología y neurociencia en la University of Colorado en Boulder, Estados Unidos.

El estudio fue publicado el 10 de junio en la   versión electrónica  de JAMA Psychiatry.

Disponibilidad generalizada y escasa investigación

Cannabis recreativo ahora es legal en 11 estados de la Unión Americana y el Distrito de Columbia, aunque cannabis médico es legal en 33. Sin embargo, pese a la popularidad creciente se dispone de escasa investigación sobre los potenciales riesgos de cannabis para la salud y bioconductuales, lo cual se debe en gran parte a las restricciones federales sobre la investigación de la droga.

Los usuarios de cannabis suelen consumir diversas formas de la flor, lo cual puede favorecer concentraciones del   cannabinoide  psicoactivo delta-9-tetrahidrocannabinol de hasta 30%. Sin embargo, el uso de formas concentradas de cannabis (que se preparan extrayendo cannabinoides de la planta de una forma diferente) está aumentando.

Tales formulaciones pueden producir concentraciones de delta-9-tetrahidrocannabinol de hasta 90%. No obstante, son escasos los datos en relación con los riesgos relativos de estos productos de más potencia.

Investigación previa ha demostrado diversos   efectos neuroconductuales  negativos a corto y largo plazos, asociados con el uso de cannabis, lo que incluye efectos   cognitivos  y   motores perjudiciales.[2,3,4]

La exposición prolongada a delta-9-tetrahidrocannabinol también puede afectar de manera negativa regiones del cerebro que se relacionan con el control del   movimiento coordinado  y crear  deficiencias en la activación cerebral  en regiones de control motor que, persisten mucho más allá de los efectos de la intoxicación a corto plazo.[5,6]

Pese a tales hallazgos, el profesor Hutchison destacó que los estudios existentes sobre el tema no representan una perspectiva del uso actual de cannabis en el mundo real, pues tienden a centrarse en productos con baja concentración de delta-9-tetrahidrocannabinol que cada vez son menos comunes en el mercado legal de hoy en día.

Dadas estas desventajas, los investigadores querían abordar interrogantes persistentes en torno a los efectos conductuales de los productos de flor de cannabis legal (16% o 24% de delta-9-tetrahidrocannabinol) y productos de concentrado de cannabis (70% o 90% de delta-9-tetrahidrocannabinol). Al hacerlo analizaron tres temas principales:

  • La asociación entre el uso de estos productos a corto plazo, y las concentraciones plasmáticas de delta-9-tetrahidrocannabinol; intoxicación subjetiva, y estado de ánimo, desempeño cognitivo y equilibrio.
  • Diferencias en tales asociaciones entre usuarios de flor de cannabis y productos concentrados.
  • Potenciales variaciones en estas asociaciones según la potencia de tetrahidrocannabinol.


Variedades de alta frente a baja potencia

En el estudio se incluyó a 133 individuos (21 a 70 años de edad), a los que se designó como usuarios de flor de cannabis o usuarios de concentrado de cannabis.

Todos los participantes habían utilizado cannabis por lo menos cuatro veces en el mes previo sin reacciones adversas, y no estaban recibiendo tratamiento de un trastorno psicótico o de   trastorno bipolar .

Los participantes fueron aleatorizados para consumir productos de mayor o menor potencia que se habían adquirido de un dispensario local.

Los usuarios de flor de cannabis fueron aleatorizados para comprar 3 g de un producto de delta-9-tetrahidrocannabinol a 16% o a 24%, mientras que los usuarios de concentrado fueron aleatorizados para comprar 1 g de delta-9-tetrahidrocannabinol a 70% o a 90%.

Los participantes completaron una serie de cuatro evaluaciones, una al inicio y tres en un laboratorio móvil. Las evaluaciones en el laboratorio móvil ocurrieron antes, inmediatamente después, y 1 hora después de que todos los participantes habían consumido su cannabis ad libitum.

De la cohorte original de 133 participantes, 55 usuarios de flor de cannabis (media de edad: 28,8 años; 46% integrado por mujeres), y 66 usuarios de concentrado de cannabis (media de edad: 28,3 años; 45% del género femenino) cumplieron las instrucciones del estudio y tuvieron datos completos.

Los criterios principales de valoración del estudio fueron cannabinoides plasmáticos, intoxicación subjetiva por la droga y estado de ánimo, y variables neuroconductuales, como atención, memoria, control inhibitorio y equilibrio.


Resultados mixtos

En lo que respecta a las concentraciones de cannabis, los resultados demostraron que los usuarios de concentrado tuvieron niveles más altos de delta-9-tetrahidrocannabinol en plasma y el metabolito activo de delta-9-tetrahidrocannabinol (11-hidroxiΔ9-tetrahidrocannabinol) en todos los momentos de evaluación, en comparación a sus contrapartes que utilizaron productos de flor de cannabis.

Específicamente, los niveles medios de delta-9-tetrahidrocannabinol en plasma fueron 1.016 ± 1.380 µg/ml en usuarios de concentrado, y 455 ± 503 µg/ml en usuarios de la flor después del consumo de cannabis ad libitum. No obstante, los niveles autonotificados de intoxicación no fueron diferentes entre usuarios de flor de cannabis o de productos concentrados.

Aunque los resultados también demostraron que la mayor parte de los parámetros neuroconductuales no se alteró con el consumo de cannabis a corto plazo, hubo algunas excepciones notables. Se observó un efecto lineal negativo con errores de retardo de la memoria verbal, lo que indica desempeño más deficiente después del consumo de cannabis (F1, 203 = 32,31; p < 0,001).

Por otra parte, los investigadores encontraron un efecto lineal positivo con el control inhibitorio y la memoria de trabajo, lo que realmente indica mejor desempeño después del consumo de cannabis. Este hallazgo puede ser el resultado de un efecto de práctica. Los usuarios de flor de cannabis tuvieron mejor desempeño en todas las evaluaciones del control inhibitorio.

Los investigadores también evaluaron el equilibrio de los participantes con los ojos abiertos y cerrados. Cuando los individuos tenían los ojos abiertos encontraron tendencia hacia la alteración del equilibrio después del consumo de cannabis, aunque este se normalizó al cabo de 1 hora.

Sin embargo, cuando los sujetos cerraban los ojos, los investigadores observaron un incremento importante a corto plazo en el balanceo tras el consumo de cannabis, que disminuyó a los niveles previos al consumo 1 hora después de su alteración por el uso de la droga (F1, 203 = 18,88; p < 0,001).

Cabe hacer notar que los desenlaces no fueron diferentes entre los grupos según el tipo de producto de cannabis consumido o su potencia relativa.

El estudio produjo varios hallazgos sorprendentes, comenzando con los niveles de intoxicación autonotificados, que no fueron estadísticamente significativos entre diferentes usuarios de flor y de concentrado, pese a concentraciones plasmáticas de tetrahidrocannabinol significativamente diferentes entre los dos grupos.

El profesor Hutchison explicó que esto puede ser consecuencia de la mayor tolerancia a tetrahidrocannabinol entre los usuarios de concentrados, saturación de los receptores de cannabinoide por delta-9-tetrahidrocannabinol, o diferencias interindividuales entre los usuarios en lo que respecta al metabolismo de cannabis o la sensibilidad al mismo.

"Pensaba que seguramente los usuarios de productos de alta potencia tendrían muchas más alteraciones. Supongo que esto demuestra que tenemos mucho que aprender acerca de cómo funcionan estas cosas", añadió
Asimismo, prácticamente no hubo cambios significativos en el desempeño agudo después del consumo de cannabis, con excepción del retardo de la memoria verbal. De hecho, el cambio más notable que se observó en el estudio fue el efecto de cannabis sobre el equilibrio inmediatamente después del uso de la droga, aunque al parecer estos cambios desaparecieron al cabo de una hora.

No obstante, el estudio resalta varias implicaciones potenciales del consumo de cannabis para la salud pública. "¿Qué ocurre cuando las personas con altas concentraciones sanguíneas deciden suspender el consumo de la droga? ¿Tienen problemas para dejar de utilizarla? ¿Presentan síntomas de abstinencia?", cuestionó el profesor Hutchison.

Los efectos del consumo de cannabis a largo plazo constituyen otra interrogante importante que aún no se ha dilucidado, añadió.

Asimismo, el profesor Hutchison señaló que aun cuando el estudio mostró escasas diferencias entre usuarios de flor y concentrados de cannabis, todos los participantes en el estudio eran usuarios experimentados.

"Sin duda existe la posibilidad de daño cuando una persona sin experiencia comienza a consumir concentrado de cannabis. De repente obtienen más delta-9-tetrahidrocannabinol  de lo que pensaban que obtendrían y es ahí donde muchas personas se meten en problemas con cannabis", puntualizó.


Obstáculos y dificultades

En un   editorial adjunto , Margaret Haney, Ph. D., del Columbia University Irving Medical Center, en Nueva York, Estados Unidos, explicó que la posición difícil de cannabis como simultáneamente legal e ilegal, medicinal y recreativa, ha dificultado la capacidad de los investigadores para estudiar sus efectos de la manera exhaustiva que por lo demás les gustaría hacerlo.[7]

"En vista de que la droga federalmente ilegal se ha legalizado en algunos estados, las restricciones a los científicos y el relativo silencio de los organismos federales, los profesionales clínicos no cuentan con ninguno de los datos para guiar sus decisiones, como ocurre con otros fármacos (por ejemplo, qué indicación, producto, coeficiente de cannabinoides, dosis o vía de administración; cuáles son los riesgos para pacientes individuales [por ejemplo, ¿embarazadas, adolescentes, psiquiátricos?])", afirmó Haney.

Estas dificultades se complican por los obstáculos regulatorios importantes.

"La Food and Drug Administration (FDA) se muestra apropiadamente cauta respecto a lo que permite a los científicos evaluar en pacientes y ninguno de los productos disponibles en los dispensarios o en línea se han sometido a los procedimientos de seguridad y manufactura que se exigen para la aprobación por la FDA. ¿Cómo entonces llevar a cabo los estudios tan necesarios?", continuó.

Sin embargo, como observó Haney, proporcionar a los investigadores de cannabinoides una exención de Schedule I puede ayudar a abordar muchas obstáculos que afrontan estos científicos. Tal iniciativa aumentaría el número de estudios aleatorizados controlados que se realizaran, "y de esta manera se comenzaría a cerrar la brecha entre el uso de estos productos y los datos empíricos", concluyó.

El profesor Hutchison ha declarado no tener ningún conflicto de interés económico pertinente. Haney declaró financiación del US National Institute on Drug Abuse y de la Thompson Family Foundation Initiative. El estudio fue financiado por el National Institutes of Health y el Departamento de Salud Pública y Ambiente de Colorado.

Michael Vlessides

24 de julio de 2020