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jueves, 26 de mayo de 2011

Depresión Postparto. Tercera parte.



Karla tiene 40 años, y una niña de 6 meses:

"Llevo casada 10 años. Mi esposo tiene también 40 años, ambos somos personas muy tranquilas, muy trabajadoras, interesados en la cultura y la ciencia y –sonríe- creo que somos bastante ñoños…

Desde niña me he considerado inútil para las labores del hogar. Fui la primera nieta y todos mis tíos me mimaban, mi madre (la única mujer de 5 hermanos) tuvo el buen tino de casarse con el hijo de una familia odiada por mis abuelos… fue un drama tipo “Romeo y Julieta”; pero nada romántico. Este drama terminó en que mi mamá, mi papá, mi hermana y yo, vivimos en la casa de mis abuelos, como un agregado. Mi padre, como era una persona indeseable para todos, siempre vivió como ratón, escondido en “la parte de la casa que nos correspondía” -en realidad era como un departamento de servicio, y mis abuelos vivían en la casa grande-. Recuerdo que antes de que mis tíos tuvieran hijos, mi hermana y yo éramos el centro de la familia, todo el mundo se hacía cargo de llevarnos al doctor, de ayudarme con tareas, de llevarnos de paseo (todos, menos mi papá… él sólo trabajaba y cuando regresaba se ponía a ver videos, o visitaba a su mamá y hermanas).

Creo que al principio, no era así, antes de que mi hermana naciera, vivíamos los tres en un departamento que heredó mi papá, vivíamos solos como familia; pero dicen que mi abuela materna era muy posesiva y siempre iba a criticar el lugar tan pequeño donde vivíamos, y la forma de hacer las cosas que tenía mi mamá, hasta que la convencieron de irnos a vivir a su casa… En realidad a mi papá le faltó carácter y a mi mamá le sobró ambición. Mi abuela sólo era voluntariosa y elitista. Mi mamá siempre se quejó, hasta el día que murió mi abuela, de lo duro que era vivir bajo su yugo… siempre se hacía lo que ella quería y como quería, porque era su casa. A pesar de que le aconsejaban: “agarra a tus hijas y vete a vivir con tu marido a tu propia casa”, nunca quiso hacerlo, porque cuando mis tíos se casaron, no quería que ninguna de las esposas “se fuera a meter a esa casa”…

Pero yo solo recuerdo que
vivíamos así… mis abuelos prácticamente nos mantuvieron, y mi tío mayor era como mi papá; aunque mi papá si existía y lo quería mucho. A diferencia de mis primos, que sólo iban de visita, mis abuelos fueron muy estrictos conmigo, siento que sí me quisieron, pero finalmente tuve que atenerme a sus reglas. No pude vivir eso de invitar amigas a dormir a mi casa, ni de hacer tareas en equipo, ni muchas cosas, porque a mi abuela le molestaba que gente extraña entrara a su casa. Por esa misma razón nunca tuvimos servidumbre, y la que hacía todo era mi abuela, con ayuda obligada de mi mamá… mi mamá siempre fue como la gata, yo no recuerdo haber tenido que lavar trastes, o barrer la casa, sólo me dedicaba a estudiar.

Es curioso, a mí todo el mundo me recuerda bien sonriente, bien portada y muy inteligente, siempre fui muy dedicada al estudio y ahora al trabajo. Nunca tuve novios, no tenía tiempo, ni permisos…hasta cerca de los 30, después de que fallecieron mis abuelos, apareció mi ahora esposo. Él, a la antigüita fue a pedir permiso para pretenderme y siguió todo el protocolo. Nos casamos, nos fuimos a vivir a nuestra casa propia y pasaron los años sin que pudiéramos embarazarnos, incluso estuvimos en tratamiento para poder tener hijos, y hasta apenas hace 1 año felizmente lo logramos.

Mi esposo siempre ha sido muy caballeroso, muy amable, muy trabajador, es muy culto y le encanta hablar. A todo mundo le cae bien. Debo decir sinceramente, que es feo, por eso al principio, cuando me pretendía, yo siempre le dije que no…. pero ¡qué buen muchacho es! Y siempre derrama miel por mí. Siempre me procuró y me demostró su cariño. Todos me decían que se le notaba cuánto me amaba. Estábamos muy felices durante el embarazo, yo muy ilusionada; leímos miles de artículos y libros sobre cómo educar niños, fuimos a tres cursos psicoprofilácticos distintos. Ahora entiendo que estábamos nerviosos porque mi mamá ya no puede caminar por un problema en la cadera, y mi suegra acababa de fallecer poco antes de que nos embarazáramos… nos dimos cuenta de que íbamos a estar solos cuando el bebé llegara.

Cuando supimos que el bebé era niña, mi esposo se sentía en extremo nervioso, porque sabía que él iba a ser el modelo varonil de su hija, que de él dependía cómo iba a ser ante los hombres, y que era un papel muy importante ser el punto de comparación de los hombres de su vida……. Yo sólo no quería maleducarla, o ser muy severa, me daba nervios eso del baño -no sé cómo le hacen para que no se les resbalen- le preguntaba a una tía cómo le hizo para criar cuatro sobrinos, y luego a mis primas ella sola. Me explicaba que vas aprendiendo, que es cuestión de práctica, que es normal sentir miedo, y la muy trillada “nadie nace sabiendo ser padre”.

Cuando llegó el tan esperado día, durante el trabajo de parto me quemé una pierna con la campana de las lámparas que utilizan los doctores. La quemadura fue muy grave y tuve que estar en silla de ruedas casi dos meses. Era un dolor muy fuerte, no podía moverme y él se ocupaba de todo, me atendía a mí, y se hacía cargo de la bebé… todos notaban lo bueno que es como esposo… y él se endiosó con la niña. Desde el primer día, él la cambia, le da de comer, la baña, todo…. Yo casi no la tocaba, porque sentía que así en la silla de ruedas no podía.

Actualmente ya regresé a trabajar y la niña va a la guardería… pero cuando estamos en casa lo sigue haciendo todo él. Yo preparo las mamilas, lavo, cocino, etc… pero el encargado de la niña es él. A la niña no le gusta que otros la carguen, y de hecho mi esposo tampoco lo tolera. Cuando apenas llora, parece una carrera por ver quién llega primero, y siempre es él: constantemente me siento mala madre, la más inútil del mundo. 

Creo que no se da cuenta de esto, o si se da cuenta, creerá que es normal estar tan apegado y quiero creer que piensa que me ayuda, pero… sólo me hace sentir peor, temo mucho que conforme pasa el tiempo, la niña lo va a preferir a él y yo me quedaré sola….”

Para “Él”, como lo nombra Karla, ser cariñoso, solícito y atento es más importante que los sentimientos o las necesidades de su pareja. Abarca de una manera autocrática la mayor parte de las decisiones que se deben de tomar en pareja. Regularmente, este tipo de personalidades asumen el rol que tradicionalmente se le asigna a la mujer.


Oldhman, en su libro “Autorretrato de la Personalidad”, refiere que El Tipo Fiel hace de su pareja, su mundo. Sin embargo, en el caso que estudiamos, “El” hizo de su hija su razón de ser, el sentido de su existencia y se consagra a complacer las necesidades de la niña. Como es evidente, al “idealizar” a Karla, la tiene maniatada y amordazada, presa de una gran tensión, abrumada por temores, inseguridades, profundos sentimientos de minusvalía e inadecuación. Karla es sometida a una discapacidad inflingida.

¿Pero cómo ha de reclamarle al marido perfecto? La resolución de esta encrucijada regularmente termina con la separación de la pareja. Cuando el Fiel se siente amenazado exagera sus rasgos y, lamentablemente, el complacer siempre termina complicando las cosas.

Por otra parte, Karla es sumisa y alberga el sentimiento de no estar a la altura de su cónyuge.  Ha dejado a lo largo de su vida que otros tomen las decisiones importantes por ella. Su estado de ánimo es el que los demás le dictan. Es poco reflexiva, vacila en sus opiniones, muestra dificultades de auto-monitoreo y  prefiere el apego asfixiante con “él”, a enfrentarse a sus temores. Personas como Karla frecuentemente modifican su personalidad para adaptarse, pues asumir una diferencia los hace creer que algo anda mal en ellos. Tienden a desarrollar depresión y trastornos de ansiedad con francos ataques de pánico por tanta ira y frustración reprimida.

Queda pendiente abordar dos temas que me han solicitado. La endocrinología en relación a la depresión postparto y el psicodesarrollo de hijos de madres con este trastorno. Sin embargo, consideré de especial interés exponer el caso de Karla, pues ello nos confiere un marco comprensivo aún más amplio de las implicaciones de pareja y familiares durante la gestación.


Agradezco infinitamente la confianza y quedo a sus órdenes para ampliar cualquier duda.

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