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sábado, 25 de marzo de 2017

Empatía



La empatía es la capacidad del individuo para ponerse en el lugar del otro e involucra múltiples áreas para su ejecución. 

La habilidad para comunicarnos y entender las intenciones y sentimientos de los otros es una herramienta vital para las actividades sociales. Por más de doscientos años  la capacidad de respuesta  ante las experiencias del otro ha sido discutida y se ha reconocido su naturaleza multidimensional. El concepto data casi desde 1759 cuando Smith, hace la diferenciación entre empatía instintiva, descrita como una aparente reacción emocional súbita e involuntaria ante las experiencias de otros y la simpatía intelectualizada, descrita como la habilidad para reconocer las experiencias emocionales de otros sin la experimentación vicaria de dichos estados. Casi años después, Spencer, hace esta misma de las dos dimensiones de la empatía en instintiva/intelectual y cognitiva/emocional que ha perdurado hasta nuestros días. A mediados del siglo pasado, Dymond, realizó un giro en las investigaciones apostando hacia la parte cognitiva del proceso, y a finales del siglo se creó un movimiento dirigido hacia la integración de ambos componentes. Eisenberg, plantea la importancia de la empatía en el desarrollo moral de las personas que incluye la capacidad para comprender al otro y ponerse en su lugar a partir de lo que se observa y pone de  relieve la importancia de la empatía en la disposición prosocial de las personas y su función inhibidora de la agresividad. Por lo tanto, la respuesta empática incluye la capacidad para comprender al otro y ponerse en su lugar, a partir de lo que se observa, de la información verbal o de información accesible desde la memoria (toma de perspectiva) y además la reacción afectiva de compartir su estado emocional, que puede producir tristeza, malestar o ansiedad. La empatía así entendida desempeñaría un papel central en la disposición prosocial de las personas.

Empatía es una compleja forma de inferencias  psicológicas en la cual la observación,  memoria, conocimiento y razonamiento se combinan para obtener introyectos de los pensamientos y sentimientos de los otros. Ellos agregan un tercer componente a la empatía aunado al emocional y al cognitivo que consiste en poseer una habilidad estable para mantener una distinción del sí mismo y del otro.

Una primera subclasificación del concepto considera la diferenciación entre empatía cognitiva, comprender el punto de vista de otra persona y empatía afectiva, respuesta emocional ante el estado afectivo de otra persona.  Recientemente, se han establecido tres componentes cognitivos:

1.    La habilidad para reconocer las emociones en uno mismo y en los otros por medio de la expresión facial.

2. La respuesta afectiva, es decir, poder tomar como referencia los estados emocionales comunes con los demás para poder proyectar una emoción similar, siendo consciente de que se trata de una simulación y no de una emoción propia.

3.    Perspectiva emocional que sirve para describir la posición de la otra persona sin afectar la distinción entre uno mismo y el otro.


La inferencia correcta de los estados emocionales por medio de la observación es un prerrequisito para la interacción social y mejorar la coherencia en la interacción. Diferentes estudios concluyen que la gente que puede regular sus emociones y la conducta relacionada con ellas es más probable que experimente empatía en lugar de malestar personal. Existe  una relación positiva entre regulación emocional y empatía, especialmente en la infancia, y una relación negativa consistente entre malestar personal y regulación en adultos.


Varios trabajos apoyan el supuesto de que las diferencias individuales en el autocontrol y la regulación de emociones desempeñan un papel importante en la conducta prosocial y en general en el funcionamiento social de las personas. Los rasgos de temperamento o personalidad tales como impulsividad y autocontrol parecen estar íntimamente relacionados con el desarrollo de la conciencia y la conducta antisocial.  Así pues, los individuos poco controlados, a veces irritables e impulsivos son propensos a externalizar problemas de conducta en la infancia o más tarde en la adolescencia o edad adulta y por tanto llevar a cabo conductas desadaptativas, disfuncionales, y en ocasiones, hasta violentas.

Según Bandura, la activación emocional empática es uno de los factores que influyen en el tipo de respuesta que con mayor probabilidad dará el sujeto ante las reacciones emocionales de los demás, se trata de un factor afectivo que interactuará con reguladores cognitivos y variables situacionales y sociales. En general, se admite el supuesto de que la sensibilidad empática favorecerá probablemente el altruismo y reprimirá la agresión, pero el que la persona altamente empática realice o no acciones altruistas depende de otros determinantes como los inductores sociales, las limitaciones que impone la situación, los costos potenciales, la disponibilidad de habilidades y de recursos necesarios para ayudar al otro, la atribución de responsabilidad, las características de la víctima y su relación con el observador (Bandura, 1987, 1991). La misma multiplicidad de factores se plantea al analizar los efectos inhibitorios de la activación emocional empática sobre la agresión. Bandura justifica la sociopatía desde la falta de sensibilidad hacia los sentimientos de otras personas, los sociópatas dado su bajo nivel de empatía pueden hacer daño a los demás sin experimentar remordimiento o malestar.

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