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lunes, 26 de mayo de 2014

¿Legalizar o Regular? Parte 2





El informe Mundial sobre Drogas de 2010 señala que la marihuana continúa siendo la droga que más se produce a nivel mundial y la sustancia ilícita de mayor consumo en casi todos los países del mundo. En la actualidad, entre 130 y 190 millones de personas la fuman al menos una vez por año.

La Encuesta Nacional de Adiciones 2011 reporta que en población adolescente de 12 a 17 años la prevalencia de consumo de drogas ilegales es de 1.6%, con relación al 2008 la prevalencias se mantiene baja. Como en la población adulta, en los adolescentes se observa que el consumo de marihuana es el más prevalente (1.3%), le sigue la cocaína (0.4%) y los inhalables (0.3%).

Aunque la prevalencia de consumo es considerada baja, el patrón de consumo sostenido y con tendencia al abuso depende no sólo de la cantidad sino también de factores genético-sociales y de la edad de inicio
además de la susceptibilidad personal. Asimismo, las tendencias globales muestran que conforme mejora el nivel de desarrollo económico de los países, aumenta el consumo de marihuana.

La posibilidad de la despenalización del consumo ha puesto el tema de la marihuana y de otras drogas ilícitas en el centro de la atención de los medios. Sin embargo, en el debate faltan las consideraciones acerca de los efectos de la marihuana en los segmentos más vulnerables de la población, tales como los adolescentes escolares, que la consumen sin que sean estigmatizados aún como consumidores habituales o adictos. Ellos, por no caer en la categoría de “adictos”, no son considerados en las políticas de salud pública y, por lo tanto, no cuentan con apoyo social, escolar, familiar o médico.

Varios autores se han referido a las consecuencias negativas de la marihuana en el aprendizaje y el rendimiento escolar, destacando que tanto los efectos “agradables” o “desagradables”, colmo el riesgo de adicción y daño dependen de la susceptibilidad individual. Otros daños reportados son lo que afectan funciones propias de la corteza prefrontal, como la capacidad de planificación, de trabajo con propósito y control e inhibición de respuestas.

Un efecto adicional, en relación al desempeño escolar, es el síndrome amotivacional o disminución de la iniciativa personal. Este cuadro es patognomónico del adolescente consumidor. Se caracteriza por deterioro en la conducta, pérdida de energía y abulia con importante limitación de las actividades habituales, lo que tiene relación con su incapacidad para proyectarse y organizar de manera eficiente el tiempo en pos de un determinado objetivo. Se suma un estado de pasividad e indiferencia caracterizado por disfunción generalizada de las capacidades sociales. El Síndrome amotivacional tiene efectos importantes dentro de lo que pudiera clasificarse como factores afectivos en el desempeño escolar en su conjunto.

Mediante neuroimágenes se han demostrado anormalidades de las estructuras, de las funciones en situación de reposo o bajo estímulo, de receptores y neurotransmisores en consumidores de sustancias ilícitas, incluida la marihuana. En especial, con imágenes funcionales de Neuro SPECT se demostró el efecto neurotóxico irreversible de la cocaína con alteraciones multifocales del flujo sanguíneo cerebral, de distribución desorganizada y que se asocian con anormalidades funcionales cerebrales. Al utilizar en el análisis las áreas de Brodmann es posible correlacionar los hallazgos imagenológicos con el compromiso de las funciones correspondientes.

La cannabis interviene indirectamente sobre la producción de dopamina e interactúa con receptores específicos CB1, los se expresan intensamente en el hipocampo y en el cerebelo, lo que explica las implicancias de estas áreas en las alteraciones funcionales asociadas al consumo de esta droga.

Estudios con técnicas de estimulación magnética transcraneana mostraron que cuando falla el sistema prefrontal, los sujetos comienzan a tomar decisiones destinadas a obtener gratificación inmediata, sin evaluación de las consecuencias. Esto correspondería a conductas guiadas preferentemente desde el sistema límbico. Los adolescentes, por la inmadurez de los lóbulos prefrontales propia de la edad, son muy vulnerables a la hipofunción prefrontal causada por la marihuana y así a la determinación de su conducta por el sistema límbico, con las características antes señaladas.

El Delta-9-tetrahidrocannabinol (THC) modifica la captación y el procesamiento de la información que realiza el hipocampo, crucial para el aprendizaje, la memoria, la integración de las experiencias sensoriales y de las motivaciones. El THC es una molécula lipofílica que atraviesa con facilidad las barreras hematoencefálica y placentaria. Por esta afinidad a los lípidos se acumula en la grasa corporal, desde donde se libera paulatinamente provocando una prolongación de los efectos. Por eso, tras el consumo de un cigarrillo de marihuana, es posible detectar la presencia de metabolitos en la orina durante una semana. En consumidores crónicos, la orina puede ser positiva para la THC hasta más de un mes después de suspender el consumo. El efecto de la droga sobre las funciones cognitivas persiste en el consumidor, aún después de una abstinencia de varios días.





Salud Mental Vol. 36, No. 5, septiembre – Octubre 1


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