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sábado, 24 de noviembre de 2012

Identidad y Familia




"Ahora creo que hay salvación" 

El Ser Humano es un Ser Gregario, un Ser de Costumbres y de Espacios. 

Requiere afiliarse a un grupo para sobrevivir, identificarse y desarrollarse. Esta filiación es fuente de afecto, soporte y abastecimiento emocional. Al lograr un sentido inicial de pertenencia empleamos esta plataforma para integrarnos a otros grupos y organizarnos a través de rutinas, costumbres, ritos y rituales intrapersonales, interpersonales y comunitarios. 

El ser humano busca espacios, lucha con otro grupo o compite intragrupalmente para lograr asentamientos geográficos con recursos suficientes para construir y consolidar un medio externo poco variable que le permita una sensación de seguridad y protección para acumular bienes. En base a estas características, la familia es
la unidad primigenia productiva, económica, política, cultural, religiosa y social. 

Las funciones de la familia sirven a dos objetivos angulares: Uno es interno –la protección psicosocial de sus miembros– y el otro es externo – la acomodación a una cultura y la transmisión de la misma– 

En las sociedades primitivas, observamos amplios agrupamientos con una distribución estable de funciones (roles) cuyas metas fundamentales perseguían inicialmente la producción y la urbanización para después consolidarse a través de la industrialización. En la medida en que las sociedades se hacían más complejas y se requerían nuevas habilidades, se diferenciaban las estructuras primarias (familia) y los roles genéricos se jerarquizaban y adecuaban a las demandas de la clase predominante. Actualmente la sociedad globalizada se fundamenta en la economía y le plantea al hombre moderno dos requerimientos conflictivos: la capacidad para desarrollar habilidades altamente especializadas y la capacidad para una rápida adaptación a un escenario socioeconómico fantasmagórico altamente volátil. 

La familia siempre se ha sometido a los modelos sociales y ha sufrido las consecuencias a costa de una erosión constante. Independientemente del estrato social del que provengan, la estructura familiar se ha hecho cargo de sostener sistemas económicos que le enajenan y ha abandonado las funciones rectoras que le fortalecían y le permitieron sobrevivir. A partir del momento postindustrial, los sistemas consumistas voraces han entrado por la fuerza en la familia. Haciéndose cargo de múltiples funciones que en algún momento fueron consideradas como deberes familiares. Generaciones de niños son educados por Plaza Sesamo y arropados por la noche al compás de Baby First. La televisión es la moderna Lebensborn de hijos eugenésicos perfectos para preservar el futuro del consumismo sano y que alimente la economía. Las condiciones actuales que obligan a que ambos cónyuges trabajen fuera y lejos de la familia, crean situaciones en las que el sistema extrafamiliar puede avivar y exacerbar los conflictos entre la descomposición al interior del núcleo. 

Actualmente, las instituciones del Estado que se encargan de proteger la familia se encuentran en crisis, por lo que es menester urgente reincorporar a las comunidades un sentido de dignificación, fortaleza y autogestión que les permita cohesionarse y recuperar las funciones primarias de forma simple. En todas las culturas, la familia imprime a sus miembros un sentido de identidad independiente. Recuperar y renovar la experiencia humana de identidad posee dos elementos de cohesión: el sentimiento de identidad y un sentido de separación.

En los procesos precoces de la socialización, las familias moldean y programan la conducta del niño y el sentido de la identidad.

El sentido de pertenencia se acompaña con una acomodación por parte del niño a los grupos familiares y con su asunción de pautas transaccionales en la estructura familiar, mismos que se mantienen a través de los diferentes acontecimientos de la vida. El sentido de la identidad de cada miembro se encuentra influido por su sentido de pertenencia a una familia específica, en un momento determinado, en un espacio específico y bajo condiciones socioeconómicas determinadas que permiten extender las expectativas de los miembros, las conductas prosociales y la competencia interna que determina la necesidad de individualización, la cual se logra a través de la participación en grupos extrafamiliares. El niño y la familia crecen en conjunto, y la acomodación de la familia a las necesidades del niño delimita áreas de autonomía que él experimenta como separación. Al mantener un sentido de separación, paradójicamente, los componentes de identidad de un individuo se modifican y permanecen constantes.


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