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jueves, 17 de junio de 2010

De la monstruosidad al genio. Parte 1


Hace algunos años, antes de iniciar la especialidad en psiquiatría, pensaba que la agresividad y la violencia eran algo intrínseco a la naturaleza del “ser humano”. Lo entendía como el vapor de una olla express que se tiene que descargar sistemáticamente y a través de un mecanismo regulador. Sospechaba que la capacidad de expresión de la conducta violenta estaba inscrita genéticamente y que el aprendizaje social estaría íntimamente relacionado. Sin embargo, tras cruzar las arenas movedizas de las llamadas neurociencias y evitar la fantasmagórica alegoría psicoanalítica, en el cuarto año de la especialidad me apasioné por estudiar este fenómeno.

El siguiente artículo es uno de los primeros abordajes serios que hice al respecto por lo que será reproducido sin modificarse.


De la monstruosidad al genio

Considero que,
previo a clasificar el fenómeno de la agresividad humana, la búsqueda de rasgos diferenciales de la expresión de la agresividad en el “Ser – humano”, debe partir desde un cuestionamiento desde la perspectiva darwiniana:

“Si la gran meta ontogénica es conformar un fenotipo y lograr agruparse para preservarlo, entonces desde el punto de vista psicopatológico, el trastorno antisocial de la personalidad[1] ¿es “el predador filogenético del hombre” ó solo el merito adaptativo de esta transferencia morfológica específica que corresponde a los genes?, ó como en el caso del trastorno afectivo bipolar ¿el ambiente le confirió las órdenes oportunas para la transcripción y la traducción en términos de proteínas moleculares para que así el hombre pudiese enfrentar la Era Glaciar ó desde la prespectiva jacobsoniana5 existió una alteración molar y molecular en la conectividad neuronal? ¿Error, transición o evolución? Tales evidencias, en un sentido y en otro, confrontan el pensamiento clínico actual” [2].

Ofray6 abre el horizonte y traza la dirección de la siguiente revisión confirmando la problematización histórica:

“los hombres acusan diferencias y desigualdades considerables: De la mounstrosidad al genio hay muchos grados. ¿Dónde estamos, donde estáis vosotros entre esos dos extremos? ¿Más próximos de la bestia o del individuo genial? Difícil de responder. Tanto como que las partes animales y humanas parecen difíciles de separar claramente. ¿Dónde está el chimpancé? ¿Dónde el hombre? En ocasiones, ambas figuras parecen conocer una extraña imbricación….”

A este respecto el ser humano siempre ha intentado dejar clara la diferencia que lo separa de los animales. Para ello ha emprendido una búsqueda de rasgos diferenciales centrando la atención en el paradigma cerebro/mente. Para tal empresa ha comparado el cerebro humano y su conducta con animales que lo precedieron en la evolución. A este respecto, taxonómicamente, el chimpancé es el modelo evolutivo que se encuentra más próximo al ser humano y del que se diferencia el genoma en sólo un 1.6%.

Los análisis comparativos estereotaxicos del siglo XIX detallan que el cerebro del ser humano produjo un desarrollo considerable de la corteza prefrontal con respecto al chimpancé7 marcando este hallazgo como piedra angular de la teoría localizacionista de Gall que halló significado en la descripción del caso clínico que recogió el Dr. Harlow de Phineas Gage que atribuyó al lóbulo frontal y en particular al córtex prefrontal cualidades mentales superiores tales como la curiosidad humana, el idealismo, el perfeccionismo, la capacidad imitativa, la agresividad, la agudeza, la medida del tiempo y el sistema de orden. Tal confluencia que fue el gran punto de partida del conocimiento actual acerca de la implicación del córtex frontal en la inhibición y el control del comportamiento8,9.

A mediados del siglo XX estudios comparativos realizados con muestras amplias de primates no humanos así como el estudio y seguimiento de de primates humanos heridos de ambas Guerras Mundiales y posteriormente de la guerra de Vietnam aunado al desarrollo de técnicas de neuroimagen, neuroinmunohistoquímicas y de evaluación neuropsicológica especializada permitió dilucidar las funciones de la corteza prefrontal (CPF). Actualmente, “sabemos” que la sintomatología cognitiva tras lesión en los lóbulos frontales es muy variada y se relaciona con la localización, el tamaño, la profundidad y la lateralidad10. Los estudios de conectividad en los primates no-humanos de los circuitos corticocorticales hacen insostenible la posición reduccionista de la neurología clásica, por la imposibilidad de definir los límites reales entre las estructuras anatómicas que establecen diferentes sistemas de interconexiones, los cuales, por otra parte, son casi siempre bidireccionales. La CPF, que alguna vez fue una tierra incógnita, se ha convertido en una tierra de promisión en los últimos años para el campo de las neurociencias. Tanto el lenguaje como las funciones ejecutivas emergieron tarde en la evolución y esto se asocia a el proceso evolutivo de la corteza prefrontal, la cual representa el 29% de la corteza del ser humano, en el chimpancé representa el 18%, 7% en el perro y 3.5% del gato. En el ser humano, el desarrollo del giro frontal establece, en cierta forma, la mayor diferencia con el resto de los primates y corresponde al arreglo citoarquitectónico de desarrollo filogenético más reciente, caracterizado por un arreglo laminar preciso, un notable predominio de interneuronas y células piramidales. Sobre este punto en particular se ha señalado que esta es la característica principal adquirida durante la filogenia. En la actualidad han llamado la atención las interacciones entre las llamadas áreas heteromodales (giro temporal superior, lobulillo parietal inferior y corteza prefrontal de la convexidad dorsolateral) las cuales se sugiere que caracterizan al cerebro del ser humano y a cuyas alteraciones, quizá en la fase de desarrollo, puedan deberse enfermedades como la esquizofrenia11.

En este sentido, el objetivo de esta revisión es orientar la evidencia aportada recientemente con el fin aproximarnos al papel que juegan las funciones corticales y subcorticales en la expresión de la agresividad humana y la autoconciencia de la misma como función cortical de nivel jerárquico elevado, centrando particular atención en la conectividad que le confiere a la CPF gran plasticidad sináptica para integrar la información extrínseca regulada por sistemas neuromoduladores del cerebro medio.




La Ilustración pertenece a la colección de LeLarve: “USTED ESTA AQUÍ”
Técnica: Grabado digital.
Tamaño: 100x100cm
Papel liberón 300gr.
Costo: $ 8500 m.n. más gastos de envío.
http://lelarve.blogspot.com/ 

[1] El Modelo Warrior-Worrier invoca una selección balanceada para conservar ambos modelos ancestrales del gen COMT en poblaciones humanas. El haplotipo Guerrero (Warrior) lleva a una mejor resiliencia ante el estrés pero también a una disminución en el desempeño ejecutivo cognitivo. Por el contrario el alelo del Preocupón (Worrier) predice que posterior a un reto de estrés o dolor habrá una disminución del umbral doloroso, una mayor respuesta afectiva y una incapacidad del sistema opioide endógeno de activarse. Lo anterior fue comprobado en una gran cohorte de mujeres(1).
[2] El TBP es un padecimiento que tiene un importante componente genético. Comparado con la tasa de incidencia de 1% en la población general, los familiares de primer grado de pacientes con TBP tienen una tasa de 7% y en gemelos monocigótos, se encuentran concordancias hasta de 60%.Estudios recientemente publicados (2-4), resumen el conocimiento actual sobre la genética del TBP. Los estudios de ligamento están diseñados para identificar una región o regiones cromosómicas que contienen genes de susceptibilidad para un fenotipo dado, este tipo de estudios utiliza técnicas estadísticas para medir la cosegregación de la región en estudio con marcadores específicos y conocidos de DNA. El argumento en contra de estos estudios es que el tamaño de la muestra necesario para detectar un locus de enfermedad con una frecuencia de 50% y que confiere un riesgo dos veces mayor, requiere una muestra de 2500 pares de gemelos para ligamento y de 340 familias para estudios de asociación. A la fecha, no hay estudios de ligamento en TBP que hayan cumplido con este objetivo.

1 comentario :

Ana Schwarz dijo...

Hola Félix, me resulta muy interesante todo lo que aquí nos expresas; finalmente la realidad del SER HUMANO es multidimensional, la información científica que nos aportas esclarece en alguna medida el GAP que aún existe sobre el conocimiento de nuestro propio SER.
¿Cómo es el hombre? ¿Cuál es su verdadera naturaleza?
Lo que hemos construido en torno a estas respuestas, puede ser del todo correcto o del todo erróneo.
En realidad, repasando la historia, lo único verdadero es que nunca ha existido una sociedad conformada en su totalidad por personas equilibradas que potencien lo positivo de sus hombres y mujeres; siempre aparecerán las distintas formas de convivencia disfuncionales.
La profundidad de tus artículos solo me hace reflexionar sobre todo eso que aún no conocemos, ni entendemos sobre nosotros y nuestro futuro.
GRACIAS por compartir!