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miércoles, 31 de marzo de 2010

El Chapo



El día de hoy me llamó la doctora responsable del Servicio de Urgencias Pediátricas. La causa, sospecha de maltrato infantil en un preescolar de 5 años que fue admitido por una crisis asmática complicada.

El área de hospitalización infantil es relativamente pequeña. Son 8 camas pediátricas con barandales de aproximadamente 80 cm de alto con una silla para el acompañante; un área para control térmico, que no es más que un baño tipo tarja para bajar la fiebre y una mesita para la enfermera responsable.

Carlos se encontraba en la cama 7. Antes de entrar a la Unidad pediátrica me quite la bata ya que los niños y las batas blancas no se llevan por aquello de las inyecciones. Por la fiebre, Carlos se encontraba sólo con una pantaloncillo corto de color rojo, resaltaba un estampado de “Spider Man” deslavado, me aproximé:  
- ¿Te gusta Spider Man? -
- Sí – Contesta Carlos mientras ve el estampado y lo
toca con la mano izquierda. Después se mira la mano derecha inmovilizada con el “avión” que sujeta la venoclisis y pierde la mirada en las luces del aparato que regula el microgoteo de las soluciones.
- ¿Por qué te gusta el Hombre araña? -
- Por que es bueno…. ¿tú qué haces tú aquí? …. – me pregunta sin mirarme.
- Aquí trabajo -
- ¿y por qué no traes capa blanca como los otros? – me dice refiriéndose al uniforme.
- No sé, hace mucho calor aquí dentro ¿no?... cómo te llamas -
- ¿Me vas a inyectar? -
- No. Yo no pongo inyecciones. ¿Cómo te llamas? ¿eres Spider Man? – Ríe débilmente y la tos ahoga la risa, se repone y me contesta – Carlos. ¿y tú? -
- Félix – Le extiendo la mano a modo de saludo y me evade inconcientemente como reflejo felino. Como si el tacto le quemara. Como si aproximarme le fuera una ofensa. No insisto.
- ¿Cómo estas Carlos? -
- No me bañé y no comí y me inyectaron tres veces por el tubito…. -
- ¿Estás aburrido? -
- No por que hay otros niños-
- ¿Oye Carlos y ya vas a la escuela? –
- A las ocho y media, pero no me dieron de comer -
- ¿y tu mamá? - le pregunto 
- Se fue – e insiste - No me han bañado y no comí y me inyectaron… me gusta el caldito y el pollo o con carne y el arroz y la gelatina y sí me como todo - Le contesto, torpemente, tratando de sortear la insistencia para lograr que me mire
- Lo que pasa es que te están pasando un suero por tus venitas y vapor para que se te quite la tos y ya no vomites, cuando termine la bolsita te van a dar de comer… - Voltea a ver la solución teñida de amarillo suspendida del techo. Dice la palabra “fiesta” en tono muy bajo y vuelve a perder la mirada alrededor. Hasta este momento me doy cuenta que observaba a otro niño que su madre le esta bañando para controlarle la temperatura.

Carlos miraba resignado y vacío, desesperanzado. Solo así me hago conciente que al niño de junto su padre le estaba dando de comer: caldo, pollo y gelatina. Al de enfrente su madre le está arrullando y en la silla del acompañante de la cama 7, la de Carlos, solo hay bultos y soledad…

- No me han bañado -
- Ya pronto… ya pasará – le digo, no sé si refiriéndome a la crisis asmática ó al dolor de verse en condiciones distintas a los demás. Al deseo de desear lo de los demás o solo a la resignación.
- ¿Y mi mamá? – me pregunta y aprovecho para que él hable
- ¿Y tú mamá? -
- Se enoja mucho y me pega, ya le dije que le voy a comprar algo para que no se enoje –
- ¿te pega? – no me contesta, voltea hacía mi por primera vez. Me fija una mirada fría entre los barrotes del barandal protector. Lo veo tan flaquito, desnutrido, con el cabello gris y opaco. Me siento impotente ante aquella mirada lejana, casi de adulto. Le temo al abismo de dolor que succiona. Que representa una realidad rota al hacerse conciente de lo que los otros padres hacen por sus hijos. Solo resisto. Se me agolpan las lágrimas en la garganta y resisto. No dejo de sonreír. Me siento como la imagen del payaso triste. Carlos sin gesto alguno, con un cariz pétreo y sin dejarme de mirar, me dice: - Tengo sueño – Se gira. Me da la espalda y me deja parado. Frío. Tiritando y solo… y sólo así entendí lo que le sucedía. Lo que ya no sentía. Lo que ya no esperaba.

Al interrogar a la madre me doy cuenta que se repite la historia de Arcelia sin embargo, fue su padre, de ocupación militar, quien abusó sexualmente de ella hasta los 16 años. La madre de Carlos es empleada doméstica. Una mujer devastada, llena de ira, con profundos deseos de venganza andrógina que lamentablemente descarga con violentas palizas contra Carlos. Se encuentra con una depresión grave. Con profundos sentimientos de desesperanza, desconfianza, culpa e ideación y suicida “pues así sus hijos estarán mejor sin ella”. La madre de Carlos me identifica con el agresor por el hecho de mi género. Descarga su ira brutalmente como un tsunami. Solo me toca resistir. Escuchar. Ayudarla a metabolizar sin siquiera mostrar un ápice que pudiese resignificar su desconfianza. Después de dos horas, acepta recibir ayuda de una mujer “pues yo no voy a entender”. La enfermera de la Unidad de Violencia se hace cargo y le presta contención.

Necesito extender estas líneas fuera de mi para observarlas. Necesito comprender. No me puedo quedar parado y me viene a la mente lo que escribió Carrasco en la revista Proceso: “Desde los años inmediatos a la Revolución y a la guerra cristera, México no vivía una violencia homicida como la que ahora padece. Incontrolables desde hace tres años, las muertes violentas por ejecuciones extrajudiciales, desapariciones forzadas, decapitaciones, tortura y otras expresiones anteriores, pero continuas, como los feminicidios, han desbordado al Estado Mexicano… la ciudadanía se ha ido quedando indefensa en todo el país… la pobreza y el desamparo los hacen víctimas recurrentes de su propia violencia” Lo asocio a lo que publique ayer en el blog "Todos los días vemos salir el sol por el oriente y esconderse por el poniente. Vivimos el calor de verano y los fríos de invierno. Hemos crecido con ellos, han estado todo el tiempo en nuestras vidas y se han vuelto tan naturales que nunca nos imaginamos que podría ser distinto. Algo parecido pasa con la violencia que existe en la casa" y me enclavo en la descripción del fenómeno para integrar aunque sea un mínimo aprendizaje, para aproximarme aunque sea solo milímetros.

La personalidad antisocial, que es aquella capaz de llevar a cabo conductas delictivas, se desarrolla en ambientes en los que se da el abuso infantil, se sufre de carencias económicas, humillación, castigo físico sistemático, o ruptura familiar. Vivir tales emociones en la infancia provoca una carencia importante de sentimientos, y esto propicia una tendencia a cometer actos delictivos en el futuro.

Se debe tener en cuenta el círculo vicioso en el que los padres que fueron maltratados, maltratan a sus hijos; se tiene que evitar que los padres que viven experiencias desagradables como hostilidad, rechazo, falta de comunicación, inestabilidad, etc. repitan patrones de conducta con sus hijos. Es importante revaluar el papel de la familia, sus funciones, sus características y, sobre todo, la influencia tan determinante que la familia tiene para los jóvenes. Los factores sociales, deformates y destructivos, deterioran el hogar hasta hacerlo una simple y forzada reunión de personas sin vínculo alguno, por el hecho de estar desafectadas y no poderse vincular. Esto aumenta la posibilidad de ser generadores de conductas criminales violentas, de tipo reivindicativo, en los adolescentes si se asocian otros factores negativos como el alcoholismo, la drogadicción, la promiscuidad de los padres, la ignorancia, el maltrato de tipo físico, psicológico y el abuso sexual entre otros.

Probablemente sea estúpido comentar lo siguiente. Llame al H. Ayuntamiento para hablar con el Director del DIF, del Instituto de las mujeres, o de desarrollo social y solicitar apoyo de cualquier tipo. Me contestó el vigilante “no joven, desde el lunes están de vacaciones y yo soy el de guardia”. Para el lunes Carlos ya habrá sido dado de alta, su madre volverá a sus jornadas de trabajo doméstico y no tendrán los recursos para ser atendidos.


Me quedé frío. Tiritando y solo… y sólo así entendí lo que le sucedía.

1 comentario :

alas30 dijo...

sin duda es facilisimo tener hijos (cuando la fertilidad lo permite)... la gestacion es un poquito mas complicada... pero a partir de que el pequeño nace, esa persona necesita una guia, cariño, manutencion, casa, nucleo familiar, educacion... no creo que haya un momento en la vida en que realmente se este preparado para ser padre, pero es increible la cantidad de cosas que transmitimos a nuestros hijos a travez de nuestras acciones... estamos hablando de que esto de lo que hablo, sucede en todos los estratos sociales... sumemosle a todo esto las carencias, la violencia actual, el hecho de que cada vez hay menos tiempo para los niños porque, aparentemente, hay cosas mas importantes que hacer por su bienestar... vivimos diariamente situaciones nefastas que nos llenan de impotencia... y si, las instituciones gubernamentales ya salieron de vacaciones...