JOB 5. SALMO 22.
Ante la adversidad de Job, Elifaz afirma: “Porque la aflicción no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra” (Job 5:6); éste mismo versículo en la traducción a lenguaje actual se lee “¡Siempre hay una razón para el mal y la desgracia”. Ello me obliga a una reflexión de fondo y parto para el análisis de tres premisas que plantearé a continuación.
Primera: Es infantil creer que las crisis, los conflictos, la adversidad e incluso la enfermedad son causa del pecado. El Ser humano enfrenta circunstancias que escapan de su voluntad, por ejemplo catástrofes naturales, inestabilidad económica derivada de crisis financiera y productiva mundial, conflictos sociales y políticos, accidentes etc. Segunda: Es infantil creer que la consecuencia adversa de nuestras decisiones son a causa del pecado. Dios no tiene hijos “Junior” ni malcriados a los cuales les resuelve y facilita la vida. La experiencia, la madurez y el conocimiento se obtienen cuando nos afirmamos, elegimos, asumimos el resultado y el impacto en nosotros y en quienes nos rodean. Ello nos confiere un sentido de responsabilidad que recrea y fortalece la habilidad para responder a las distintas circunstancias que nos demanda nuestro bienestar, nuestra pareja, nuestros hijos, la sociedad etc. Tercera: Es infantil creer que el pecado no genera crisis, conflictos, adversidad e incluso la enfermedad. David pecó contra Dios después de pactar con Él (1 Cr. 17) y en una estricta observancia de su conducta cuando tuvo poder actúo de forma prepotente, asesinó y violó a una mujer ( 2 S 11). Independientemente de la razón que nos enfrenta a la adversidad Dios permite todas aquellas circunstancias que nos envuelven en el sufrimiento, la duda, el temor, la inseguridad, la impaciencia (Salmo 22) para afirmarnos en Él a través de un testimonio vivencial que refleje su poder y autoridad en nuestras vidas. Sin embargo es menester comprender que los recursos de Dios no son nuestros recursos (Job 5: 2 – 7 y del 10 – 27) y que la sintonía con Él se logra a través de la humildad, la obediencia y la gratitud (Job 5: 8 – 9) y como a David Dios nos redime (Job 5:17). Padre Santo concédeme la humildad, la confianza y la fe para experimentar la bendición de tu autoridad, tu poder y dirección en mi corazón, en mi alma y en mi mente. |
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jueves, 19 de febrero de 2015
El hombre ante la adversidad
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