La empatía es la capacidad del individuo para ponerse
en el lugar del otro e involucra múltiples áreas para su ejecución.
La habilidad para comunicarnos y entender las
intenciones y sentimientos de los otros es una herramienta vital para las
actividades sociales. Por más de doscientos años la capacidad de respuesta ante las experiencias del otro ha sido
discutida y se ha reconocido su naturaleza multidimensional. El concepto data
casi desde 1759 cuando Smith, hace la diferenciación entre empatía instintiva,
descrita como una aparente reacción emocional súbita e involuntaria ante las experiencias
de otros y la simpatía intelectualizada, descrita como la habilidad para
reconocer las experiencias emocionales de otros sin la experimentación vicaria
de dichos estados. Casi años después, Spencer, hace esta misma de las dos
dimensiones de la empatía en instintiva/intelectual y cognitiva/emocional que
ha perdurado hasta nuestros días. A mediados del siglo pasado, Dymond, realizó
un giro en las investigaciones apostando hacia la parte cognitiva del proceso,
y a finales del siglo se creó un movimiento dirigido hacia la integración de
ambos componentes. Eisenberg, plantea la importancia de la empatía
en el desarrollo moral de las personas que incluye la capacidad para comprender
al otro y ponerse en su lugar a partir de lo que se observa y pone de relieve la importancia de la empatía en la disposición prosocial de
las personas y su función inhibidora de la agresividad. Por lo tanto, la respuesta empática incluye la capacidad para comprender al
otro y ponerse en su lugar, a partir de lo que se observa, de la información
verbal o de información accesible desde la memoria (toma de perspectiva) y
además la reacción afectiva de compartir su estado emocional, que puede
producir tristeza, malestar o ansiedad. La empatía así entendida desempeñaría
un papel central en la disposición prosocial de las personas.
Empatía es una compleja forma de inferencias psicológicas en la cual la observación, memoria, conocimiento y razonamiento se
combinan para obtener introyectos de los pensamientos y sentimientos de los
otros. Ellos agregan un tercer componente a la empatía aunado al emocional y al
cognitivo que consiste en poseer una habilidad estable para mantener una
distinción del sí mismo y del otro.
Una primera subclasificación del concepto considera la
diferenciación entre empatía cognitiva, comprender el punto de vista de otra
persona y empatía afectiva, respuesta emocional ante el estado afectivo de
otra persona. Recientemente,
se han establecido tres componentes cognitivos:
1. La habilidad
para reconocer las emociones en uno mismo y en los otros por medio de la
expresión facial.
2. La respuesta afectiva,
es decir, poder tomar como referencia los estados emocionales comunes con los
demás para poder proyectar una emoción similar, siendo consciente de que se
trata de una simulación y no de una emoción propia.
3. Perspectiva emocional que sirve para describir
la posición de la otra persona sin afectar la distinción entre uno mismo y el
otro.
La inferencia correcta de los estados emocionales por
medio de la observación es un prerrequisito para la interacción social y
mejorar la coherencia en la interacción. Diferentes estudios concluyen que
la gente que puede regular sus emociones y la conducta relacionada con ellas es
más probable que experimente empatía en lugar de malestar personal. Existe una relación positiva entre regulación emocional
y empatía, especialmente en la infancia, y una relación negativa consistente
entre malestar personal y regulación en adultos.
Varios trabajos apoyan el
supuesto de que las diferencias individuales en el autocontrol y la regulación
de emociones desempeñan un papel importante en la conducta prosocial y en
general en el funcionamiento social de las personas. Los rasgos de temperamento
o personalidad tales como impulsividad y autocontrol parecen estar íntimamente
relacionados con el desarrollo de la conciencia y la conducta antisocial. Así pues, los individuos poco
controlados, a veces irritables e impulsivos son propensos a externalizar problemas
de conducta en la infancia o más tarde en la adolescencia o edad adulta y por
tanto llevar a cabo conductas desadaptativas, disfuncionales, y en ocasiones, hasta violentas.
Según Bandura, la activación
emocional empática es uno de los factores que influyen en el tipo de respuesta
que con mayor probabilidad dará el sujeto ante las reacciones emocionales de
los demás, se trata de un factor afectivo que interactuará con reguladores cognitivos
y variables situacionales y sociales. En general, se admite el supuesto de que
la sensibilidad empática favorecerá probablemente el altruismo y reprimirá la agresión,
pero el que la persona altamente empática realice o no acciones altruistas
depende de otros determinantes como los inductores sociales, las limitaciones que
impone la situación, los costos potenciales, la disponibilidad de habilidades y
de recursos necesarios para ayudar al otro, la atribución de responsabilidad,
las características de la víctima y su relación con el observador (Bandura,
1987, 1991). La misma multiplicidad de factores
se plantea al analizar los efectos inhibitorios de la activación emocional
empática sobre la agresión. Bandura justifica la sociopatía desde la falta de
sensibilidad hacia los sentimientos de otras personas, los sociópatas dado su
bajo nivel de empatía pueden hacer daño a los demás sin experimentar remordimiento
o malestar.
Espero sus comentarios y preguntas al respecto de este texto.
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sábado, 25 de marzo de 2017
Empatía
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